VANITAS (II)

Dante Gabriel Rossetti
Bocca Baciata (1859)
Museum of Fine Arts, Boston
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El título del cuadro se debe a un refrán toscano que Boccaccio inserta en la historia de una mujer que renueva la frescura de su boca tras las caricias y besos de sus amantes: "Bocca baciata non perde ventura, anzi rinnuova come fa la luna" ("La boca que ha sido besada no pierde su fortuna, porque, como la luna, se renueva a sí misma", Decamerón, Jornada II-7). Para el escritor Swinburne, la obra le resultaba más fascinante de lo que pudiera expresarse con palabras decentes. Expuesta en el Hoharth Club, fue considerada escabrosa, vulgar y excesivamente sensual. La exquisitez de la vestimenta y de las joyas, el cuello rotundo, los labios carnosos y la abundante y esponjada cabellera creaban una iconofragía de lo femenino voluptuosa y sugerente.
La obra no está exenta de un importante simbolismo. Entre sus cabellos asoma una rosa blanca, que representa el amor. En el fondo del lienzo y en sus manos aparecen caléndulas, que simbolizan el dolor, la tristeza y la aflicción. En el ángulo inferior, una manzana, claro referente de la tentación y el apetito sensual. Las mujeres prerrafaelistas siempre oscilarán entre el deseo y la melancolía, entre la carnalidad y la contricción. La bella dama dirige su mirada hacia la izquierda, como si mostrara cierto vanidoso desdén e indiferencia hacia el espectador.
El cuadro fue encargado por George Price Boyce, amigo de Rossetti, obsesionado con la modelo, Fanny Cornforth, la segunda modelo importante de Rossetti, de quien también fue amante. A pesar de compartir ciertos rasgos físicos con Lizzie, Fanny era mucho más extrovertida y mostraba un fuerte temperamento. Celosa e inestable, muchos la tildaron de insoportable. En realidad, se llamaba Sarah Cox y, antes del contacto con la Hermandad, sufrió los pormenores de compartir la vida con un marido alcohólico y colérico. Era, sin duda, una mujer de gran belleza, con los cabellos encendidamente rojizos, las formas curvilíneas de su cuerpo y la piel blanquísima. Sin embargo, provenía de orígenes muy humildes y carecía de estudios, por lo que en ocasiones sus ademanes rozaban lo vulgar. Carecía del porte más aristocrático que sugería Siddal. No obstante, su belleza y su carácter inspiraron a Rossetti para la creación de sus obras más sexuales y atrevidas.