SUBLIMES (I)



Dante Gabriel Rossetti
Beata Beatrix (ca. 1864-1870)
Tate Gallery, Londres
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En Beata Beatrix nos encontramos con la plena identificación entre Rossetti y Dante Alighieri y entre Elizabeth Siddal y Beatriz, con la salvedad de que, mientras para el escritor florentino el amor nos acerca a Dios, para Rossetti el amor nos conduce a la Belleza. Rossetti se basa en la Vita Nuova de Dante, breve obra juvenil -y coronación del dolce stil nuovo- que narra alegóricamente la experiencia dolorosa de la pérdida de la mujer amada, Beatriz Portinari, icono de la donna angelicata.
El cuadro es hermosísimo, plagado de símbolos que aluden a dos planos de significación representados por el propio Rossetti y por Dante. Al fondo, muy tenue, aparece el Ponte Vecchio, lo que nos sitúa en Florencia. Dante y Amor, a ambos lados, reflexionan sobre los presagios de muerte que se ciernen sobre Beatriz. Ella aparece con los ojos cerrados y la boca entreabierta, como en estado de trance, o, en palabras del artista, "en un estado de transformación espiritual". Viste de verde y carmín, tal y como es descrita en el Paraíso de la Divina Comedia, los colores de la esperanza y el desasosiego, de la vida y el amor. El reloj de sol marca las nueve, hora no tanto de la muerte de Beatriz, sino del momento del tránsito. El pájaro encendido, paloma roja -mensajera de la muerte por un lado, símbolo de ascensión espiritual por otro-, trae a Beatriz una adormidera, flor de la que se extrae el láudano, veneno que Lizzie (Elizabeth) tomó para suicidarse en 1862, cuando tenía tan solo 32 años. Toda la escena en conjunto parece desenfocada, difuminada, con el propósito de enfatizar la sensación de una visión onírica.
Rossetti y Lizzie se conocieron en 1850 y se casaron en 1861. Ella, como la mayoría de las modelos prerrafaelistas, procedía de una familia modesta, había recibido una mínima educación y sufría todo tipo de dolencias, incluso depresión. Rossetti le enseñó a escribir y a pintar. Su belleza era extraordinaria, por sus verdes ojos y su pálida tez. Alta y delgada, con una frondosa mata de pelo cobrizo, resultaba enigmática por ser tímida y silenciosa. Posó no solo para su marido, lo hizo también para otros miembros de la Hermandad Prerrafaelista como Hunt y Millais. Lizzie fue la famosa Ofelia. Introvertida y taciturna, atrajo a estos artistas por su actitud distante, vaga y sombría, casi etérea. Cuentan que en 1869, Rossetti hizo exhumar su atáud para recobrar un manuscrito que había depositado cuando ella murió, lo que despertó en Londres un rumor espeluznante acerca del cabello de la joven, pues decían que había seguido creciendo hasta el punto de llenar el ataúd de mechones casi dorados. Lo cierto es que Rossetti escribió: "Entre la mutación, en medio de la noche inmutable, / se extiende todo ese cabello dorado que la muerte no ha logrado oscurecer."