TERRIBLES (III)



Frederick Sandys
Medea (1868)
City Museum and Art Gallery, Birmingham
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Contra todo pronóstico, Medea se convirtió en prototipo de la femme fatal que, además, hace uso de sus saberes oscuros con la finalidad de destruir al varón. Medea, la mujer paradigma de los celos funestos, de la venganza implacable. Ésta es la imagen que nos legó Eurípides y que los artistas del XIX decidieron recoger. Medea, sacerdotisa de Hécate en la Cólquide, habiéndose enamorado de Jasón, traicionó a su padre y a su patria para que el héroe se apoderara del vellocino de oro. No le resultó fácil tener que elegir en la encrucijada entre el deber y el amor. Y escogió el amor. Y por amor a Jasón asesinará a su hermano Apsirto descuartizándole; por amor a Jasón engañará y matará a Pelias, de quien su amante deseaba vengarse por haber asesinado a su padre; y por amor a Jasón asumirá el trágico rol que recoge la obra de Eurípides. Tras diez años de convivencia conyugal, Jasón resuelve abandonar a Medea para casarse con Creúsa (o Glauce), única hija de Creonte, rey de Corinto. Medea no sólo es repudiada por su esposo y padre de sus hijos, sino que también ha de salir de Corinto, decretado el destierro por Creonte. Tan sólo dispone de un día, lo suficiente para llevar a cabo su venganza. Haciendo uso de sus artes hechiceros, impregna de veneno un vestido y unas joyas destinadas a su rival, Creúsa. Tan pronto como la joven se los probó, ardió en llamas, al igual que su padre, que se incendió al acudir en su ayuda. Al mismo tiempo, Medea estaba dando muerte a sus propios hijos, de tal modo que dejó a Jasón sin descendencia y sin posibilidad de tenerla. Medea, por tanto, ha asestado a Jasón un golpe mortal en vida.
 El lienzo de Frederick Sandys recoge el instante en que la maga Medea se encuentra mezclando el hilo –metonimia del vestido mortal- con el veneno que ella misma ha preparado. Su Medea muestra un gesto desgarrador, quizá por los acontecimientos que se desencadenarán inmediatamente después (el infanticidio). Sobre la mesa, los ingredientes de su brebaje: dos sapos copulando, una caracola que parece contener sangre y una figurilla o amuleto de Sekhmet, divinidad egipcia de la venganza y de la ira llamada “la terrible” y “la poderosa”. Al fondo, la pared recrea el pasado de Medea, su contribución al robo del vellocino y la huida en la nave, cuando asesinó a su hermano. Estas escenas sugieren una posible justificación o comprensión de la venganza. Veinte años después, Evelyn de Morgan (1855-1919) retrató una Medea (1889) sufriente, aunque de fuerte voluntad.