PRISIONERAS (III)


Edward Burne-Jones
La boda de Psique (1895)
Royal Museum of Fine Arts, Bélgica
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Entre los Prerrafaelistas, el modelo de mujer frágil y ensimismada derivará hacia un ideal más estilizado, espiritual, casi etéreo, del Eterno Femenino que, pese a hallarse en las antípodas de la femme fatal, de la mujer terrible y perversa, obedecía a las mismas inquietudes y proyecciones estereotipadas de artistas y escritores masculinos. Y si hay una mujer que representa mejor que ninguna este arquetipo espiritual, incluso místico, sinduda esta ha de ser Psique. La historia de Eros y Psique, que demebos al Asno de Oro de Apuleyo, no hacía sino confirmar la sempiterna interpretación del ánima o alma como fundamento femenino. El mito ya había sido tratado abundantemente en algunas pinturas pompeyanas -en las catacumbas, Pisque representa el alma- y en el Renacimiento prestó servicio a la filosofía neoplatónica.
De inconmensurable belleza, Psique llegaría a eclipsar a la mismísima Afrodita, quien encomendó a Eros un castigo apropiado para la joven. Pero el dios del deseo y del amor quedó prendado por la joven. Eros consiguió que Apolo pronunciara un oráculo según el cual Psique estaba destinada a desposarse con un ser monstruoso ("similar a una serpiente"), que la recogería en lo alto de un precipicio. Escoltada, pues, hasta la cima de un escarpado monte, Psique aguarda el que cree que es su trágico sino. Pero Céfiro, el viento del oeste, enviado por Eros, la rescata y la conduce hacia un hermoso valle sobre el que se erige un magnífico palacio. El palacio de Eros.
El cuadro de Sir Edward Burne-Jones refleja el momento en que la joven Psique es conducida hasta la cima, pero la escena alberga una doble lectura. Por un lado, el séquito que la flanquea, los instrumentos musicales y las flores sobre el suelo sugieren un cortejo nupcial; por otro, la tristeza de los rostros, los pálidos y fríos colores (azules y verdes) y el paisaje desolado tiñen la escena de un presagio de muerte, dando la impresión final de tratarse más de un cortejo fúnebre que nupcial. Psique se encuentra en mitad del lienzo, destacada por su vestido monocromo. Su expresión es grave, seria, y se lleva la mano al corazón, pues se dirige hacia un enlace no deseado con un ser bárbaro y atroz. La antorcha que porta una de las mujeres probablemente anuncie la importancia de la luz en el mito, como sucederá más adelante y que desencadenará el torbellino de desdichas para la joven.